Había un anuncio de neumáticos que decía algo así
como que la potencia sin control no vale de nada. Cuando hablamos de
educación puede valer de algo, pero en todo caso de nada bueno.
Los rankings, las pruebas de
conocimientos puntuales, etc. vinculados a políticas de incentivación y de
financiación, sin una evaluación de calidad formativa, continua y en bucle, que
tenga en cuenta el aprendizaje en todas sus fases, y sin una evaluación de la
docencia, y de las políticas docentes vinculadas prioritariamente y
en estrecho feedback a objetivos de calidad en el aprendizaje,
da lugar a situaciones como las que se describen en "Exam boards scandal: the economic pressures that broke the
system"
El fraude, el plagio y en general la crisis de
ética académica que padecen nuestros alumnos no son frutos que crezcan en un
erial, no son más que el reflejo muchas veces de una ética y de un sistema de
ideas que la justifica a ojos de nuestros estudiantes. Que está amplia y
sólidamente asentada tal como se percibe: visiblemente desligada de las proclamas de
nuestras autoridades que suenan cada vez más huecas y menos confiables. Ética que, en un bucle sin
fin, encuentra su justificación en el estado general de crisis de valores que
ellos mismos cultivan.
Viene a cuento pues recordar (Zapata, 2010 p.9)
que la evaluación no es solo
- los instrumentos mediante los que se recogen los datos evaluables,
- la calificación que merecen los aprendizajes evaluados.
Para que la evaluación cumpla sus funciones
necesitamos otros tener en cuenta otros muchos factores, pero particularmente
para la evaluación de las competencias son imprescindibles:
- Los criterios de evaluación que nos indican la bondad de la evaluación,
- el acto de emisión de juicios de valor,
- los objetivos y referentes de evaluación,
- la conformación de decisiones educativas de mejora conceptual y procedimental comprensibles y justas para profesores y para alumnos, entre otros
Todo ello discutido, consensuado y documentado no
de forma burocrática, sino crítica y personalizada.
La evaluación de competencias plantea un supuesto
adicional: por su propia naturaleza las competencias deben ser observables y
evaluables y lo son básicamente por medio de las conductas que los sujetos generan ante problemas de naturaleza
variable, en contextos de condiciones cambiantes y en distintos contextos
sociales.
Este hecho plantea una cuestión ineludible: la
sustitución o al menos la coexistencia de métodos e instrumentos tradicionales
por otros que, o no se han utilizado, o si se ha hecho no ha sido con
carácter de validación de los
conocimientos adquiridos, o con un peso sustancial en la evaluación.
Se trata de la sustitución o alternancia
significativa de procedimientos, herramientas y formas de evaluar los
conocimientos mediante procesos puramente descriptivos o conceptuales
(exámenes, pruebas de destreza, problemas teóricos,…) por otros, donde se tenga
en cuenta la simulación en situaciones reales de casos prácticos, con metodologías
de indagación, de investigación formativa, con elaboración de proyectos, etc. y
con la observación por parte del profesor de aspectos de desenvolvimiento personales
del alumno en la ejecución de tareas y en la resolución de problemas.
Es un desafío el uso de estas herramientas y
métodos sin plagio ni fraude, urge pues en parelelo un rearme en valores como
principal estrategia (Zapata, 2010 pp. 17 a 21) y una revalorización del concepto
y del autoconcepto del docente, dotando de significación social su función.
Y también urge tener en cuenta la ayuda que
suponen a estos métodos los entornos sociales de aprendizaje, en una concepción
compleja e instrumental.
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Zapata,
M. (2010). Estrategias de evaluación de competencias en entornos virtuales de aprendizaje.
RED. Revista de Educación a Distancia.
Sección de Docencia Universitaria en la Sociedad del Conocimiento. Número
1. Consultado el 10/12/2011 en http://www.um.es/ead/reddusc/1.
Hola,
ResponderEliminarEs curioso, porque al leer todo esto con lo cual coincido. No puedo dejar de apreciar el matiz de la edad en el alumno.No es lo mismo, evaluar a un joven que evaluar a un adulto...y puede parecer una nimiedaz pero no lo es. Hay que tener un tacto pedagogigo diferente porque el alumno adulto -suele- tener unos principios de actuacción a los cuales suele ser consecuente y muy fiel ( este fáctor también se aprecia en lo escrito ).
Curiosamente he aprendido más de los maestros que me han descargado de carga lectiva, (todos ellos eran formadores de formadores y conocen bien la educación). Cuando el profesorado no se coordina y no sabe lo que ha mandado el otro compañero , se cae en el error de sobrecargar al alumno y de ahí la picardia correspondiente del discente para salir del paso.
Es un juicio fácil y demasiado simple pensar que al alumno lo que más le interesa es aprobar ( aunque exista este perfil) en una valoración positiva están en juego valores como: la autoestima; la presión social-familar ; el factor económico; el afán de superación y otros etc, etc.
Dice juan Bautista Martinez Rodiguez :
" En definitiva , la satisfación o insastifación que nos reporta la esfera pública termin por influir en nuetra vida privada, acaba por afectar a nuestras creencias; y viceversa . Por tanto, es necesario el análisis de la relación entre lo público y lo privado, por cuanto esa relación oculta mecanismos de identidad tramposos que impedirá ser competentes en ciudadania "(Fuente del texto: Gimeno Sacristan, J ( 2008) Educar por competencias, ¿ qué hay de nuevo?. Madrid.Morata
( Este libro es composición de Gimeno , pero incluye a Ángel I. Pérez Gómez; J.Bautista Martinez Rodriguez; JURGO Tores Santomé; Félix Angulo Rasco y Juan Manuel Álvarez Méndez)