En un nuevo año todos nos deseamos mayor felicidad. Lo
hacemos más y a más gente, porque existen la redes sociales. Los entornos
sociales. Twiter y Faccebook, pero también los blogs, las primicias,… y el complejo
Google: Picassa, Gmail, Google-docs, Maps, Google-Scholar, Android, que nos
coordina entre el smartphone la nube y el ordenador, las fotos, los correos, las
imágenes y los documentos.
En general no solo hoy, el resto del año tenemos una
conciencia de estar más comunicados.
Es importante señalar que hay una gran diferencia entre
estar conectado y estar comunicado. Y también entre estar en la red y estarlo de forma adaptativa.
La comunicación es el soplo, el polvo mágico, que da la vida
a la conexión. Estar conectados sólo no basta. Pero en ese aliento que insufla
vida hay una parte que hacemos nosotros, y muchas veces no nos damos cuenta,
seleccionando contactos, imágenes, lugares y documentos. Hay otra parte que
hacen los gestores de Facebok o de Google, seleccionando las fotos y en el
lugar que se colocan, la administarción del espacio y de los enlaces. A veces
pensamos que lo hacen malévolamente.
Pero hay más aunque no reparemos en ello. Están los
algoritmos. ¿Son humanos los algoritmos? A veces pensamos que no. Es como la
aspirina, ahora el paracetamol, todos hablan excelencias de ellos y todos los
usan alguna vez, pero ¿alguien sabe a quien se debe?. La naturaleza humana es
desagradecida en el ámbito de los grandes números. Ya se sabe: el dinero
público no es de nadie, Internet es un derecho humano, etc. Siemens incluso llega
a decir que existe conocimiento fuera del ser humano, en los artilugios y en
los algoritmos,… como si éstos no fueran criaturas humanas. En definitiva como
si no se debieran a alguien, o a su esfuerzo.
La primera vez que vi Google, me lo presentó un amigo, me
quedé asombrado por la rapidez, la limplieza de la búsqueda y la simpleza del
mecanismo de interrogación. Primero fue Altavista ¿Quién se acuerda? Luego
Yahoo. Pero Google era otra cosa. Decían que tenian un algoritmo que era como
el secreto de la Coca-Cola, casi taumatúrgico. Y a partir de ahí todo fue a
más: La busqueda a través de y el reconocimiento de imágenes, la traducción, la
recolección de citas.la navegación por mapas e imágenes.
Pero quien hay detrás. Todos nos imaginamos un ejercito de
desarrolladores y de algoritmizadores, trabajando dia y noche, dejándose las
pestañas y las dioptrías. Son los nuevos trabajadores, esclavos, de las
pirámides. Es la otra cara de la sociedad del conocimiento.
Hipocritamente dirán algunos autores “pero ellos disfrutan”.
Son los teóricos de un nuevo misticismo: La ética del hacker. En esta nueva
religión el paraiso está en el reconocimiento. Pero es que ya hasta le negamos
este reconocimiento, son anónimos, Los auténticos anónimos.
Nuestra comunicación y el caracter adaptativo de las redes
tiene unos autores.
Internet no son sólo miles de millones de páginas
y personas enlazadas, no son las bases de documentos y de imágenes y no son sólo
(pero cada vez) las aplicaciones móviles.
Internet son las personas. Eres
tú y soy yo. Una página web es
tan interesante como el que suministra la información, el que la lee o el que
está enlazado. Nosotros somos los que creando los datos de que se alimenta de
la Internet o accedierndo a ellos le damos valor a la red.
Pero hay más: Hay algo que da sentido a lo
anterior. Las informaciones que introducimos, las relevantes,
tardamos horas, dias o años en elaborarlas. En la ventada de búsqueda de Google
tardamos segundos en introducir las palabras claves de la búsqueda. Sin embargo
la búsqueda en toda la red se realiza en décimas o en centésimas de segundo. Memos
incluso que en verse en la pantalla. Si meditamos lo que hay detrás de este
simple hecho comprobaremos la importancia del algorítmo final de Google, el que
le da sentido a todo lo demás, no sólo a la exploración universal y casi
instantánea, sino que lo hace atribuyendo valor personalizado, referido a nosotros, a través
de las páginas que visitamos, a los documentos y a las páginas que visita en la
búsqueda.
Si
neciamente atribuimos valor en función de los tiempos visibles o despreciamos
lo que hay detrás de esos instantes estamos ignorando a la otra gente de Internet. Y esto, personal y socialmente, no es trivial: La sociedad industrial no fue mejor porque produjese más, sino porque atribuyó
voz y derechos a los trabajadores.
Actualmente la riqueza de un país, de una sociedad, se basa en gran parte en esas décimas o centésimas de segundo, o más bien a todo lo que hay
detrás. Porque a ellas se llega cultivando la formación de los individuos desde
las primeras fases de la vida, y cultivando esa formación el resto.
Comentarios
Publicar un comentario