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Rasgos de la nueva educación (I): Tres claves

Hace algún tiempo INED21, una revista especializada en la nueva educación, me propuso que hiciera una entrevista. El tipo de publicación, dedicada a un público genérico de la profesión educativa,  pero en clave de difusión y de debate de ideas, sin necesidad de ser sometidas al rigor de la publicación académica, me ha llevado a expresar de forma sencilla una serie de ideas que hasta ahora no he tenido oportunidad de escribir en un mismo sitio con una unidad temática.
La entrevista la estoy escribiendo en una clave de expresión y de comunicación muy parecida a la de los blogs. Por eso en los próximos días me dedicaré a transcribir las diez preguntas de que consta la entrevista en otras tantas entradas de Redes Abiertas.

ENTREVISTA CON MIGUEL ZAPATA-ROS

1.      Es una pregunta panorámica que, a menudo, inicia estas entrevistas: ¿cómo sintetizaría en tres claves la educación en el s. XXI?

La educación del siglo XXI es una educación basada en logros. La educación de la era industrial ha sido hasta hoy una educación basada en estándares. De esta forma había y hay una edad para aprender cada cosa, y unos contenidos predefinidos, un tiempo para recibir explicaciones y otro para hacer la tarea, tiempos que son iguales para todos independientemente de su situación y de sus características personales de aprendizaje. A todos los alumnos de una misma edad se les ha congregado en un mismo sitio para que aprendan las mismas cosas. Era la época del prêt-à-porter. En la sociedad postindustrial por el contrario la tecnología permite atender a cada alumno en su ecosistema de aprendizaje, analizar su producción, sus relaciones en el trabajo con otros, lo sitios que vista, las fuentes que utiliza y cómo los utiliza, cuáles son sus errores, y atenderle de forma oportuna y relevante con la situación de aprendizaje. Es una atención docente y una evaluación distinta. Ayuda a conseguir los logros en el mismo momento y sitio donde se producen, y a valorar su consecución, de forma que cada alumno pueda pasar a la fase posterior del aprendizaje con la anterior consolidada.

Por tanto es, y ésta es la segunda clave, se trata de una enseñanza personalizada. Como hemos puesto de relieve en otras ocasiones, hasta ahora nuestros actuales sistemas educativos atienden enormes masas de alumnos que han pasado por ellos desde educación infantil, primaria y secundaria. Estos sistemas han estado diseñados para hacer frente a un gran número de alumnos, y la conformidad social ha sido un principio básico. El negocio es reunir los alumnos, juntos en un mismo espacio y a una misma edad, organizarlos, enseñándoles, ponerlos a prueba, y por último clasificarlos. Es una tarea ardua y gigantesca, pero el sistema está diseñado para hacer precisamente eso. Y durante los dos últimos siglos ha funcionado a la perfección. Se ha discutido sobre si educación debe ser pública o privada, sobre si es con deberes o sin deberes, pero nadie ha cuestionado los estándares. En ese sentido, y a juzgar por la nula crítica, el sistema hace un trabajo bastante bueno con un mínimo de recursos y con una producción máxima. Pero la historia ha acabado. La gente, las familias y los individuos, no están conforme porque el producto no asegura los resultados esperados. Por parte de los usuarios, estudiantes, egresados y familias, que no encuentran un empleo en consonancia con la etiqueta, la cualificación teóricamete obtenida, y por parte de los empleadores que no obtienen lo que necesitan ni en la cantidad (no hay correspondencia entre titulaciones y demanda de empleo) ni en la calidad esperada (la competencia es teórica y libresca y no capacita para hacer). Esta situación plantea pues un nuevo sistema basado en tareas y en logros en consonancia con las capacidades individuales y no en el tiempo, en el espacio o en la edad.
¿Y por qué ahora?
La respuesta es porque ahora es la primera vez que la potencia tecnológica puede responder  esa necesidad.
Actualmente es un hecho la posibilidad de analizar los datos de aprendizaje utilizando los sistemas y el software de learning analitics, que ya utilizan los entornos sociales y ubicuos, en los nuevos LMS que lo incorporen. El problema es que hasta ahora las herramientas consolidadas de uso común solo obtienen datos y gráficas que relacionan el rendimiento individual con el grupal, y el de éste en conjunto, y además sólo lo hacen con referencia a datos de aprendizaje que hemos introducido merced a procedimientos de evaluación convencionales. Sin embargo hay un espacio que suministra una enorme cantidad de datos no solo para la evaluación del alumno y que actualmente ignoramos, al menos de forma explícita, es el espacio de trabajo personal del alumno conectado: en red con sus iguales, con los profesores, con los recursos y con todo el material que va utilizando y con el registro de los métodos y estrategias con que lo hace. Es el espacio personal de aprendizaje del alumno. Espacio que va más allá de lo que se ha llamado Personal Learnign Environment PLE, porque en este caso es un espacio no estructurado. Ahora hay pues una nueva perspectiva: La analítica masiva de datos personalizados. No es nada nuevo, los algoritmos utilizados en otros medios y con otras herramientas, pensemos en Google, Facebook, pero en este caso adecuadamente orientados por las teorías del aprendizaje personalizado, por técnicas pedagógicas y de diseño instruccional, pueden, con los algoritmos de minería de datos, con procedimientos basados en la fórmula de Shannon y derivados, obtener informaciones para ajustar mejor la intervención educativa, para mejorar el rendimiento del alumno en singular, a más de su satisfacción, y el del programa educativo. Y también para justar mejor la acción de los programas y de las instituciones educativas a partir de ese mismo análisis pero con todos los alumnos implicados en el proceso.

La tercera clave es el papel que ocupa la metacognición.

Recientemente ha fallecido Umberto Eco. En la transcrición resumida de una entrevista que hizo el diario Clarin en Octubre de 2010, con el título Umberto Eco: “En el futuro, la educación deberá enseñar a comparar sitios Web, dice:
“En el futuro, la educación tendrá como objetivo aprender el arte del filtro. Ya no hace falta enseñar dónde queda Katmandú o quien fue el primer rey de Francia, porque eso se encuentra en todas partes. En cambio, habría que pedirles a los estudiantes que analicen quince sitios para determinar cuál es para ellos el más confiable. Habría que enseñarles la técnica de la comparación”.

Umberto Eco tiene la virtud de consagrar lo que dice. Él es un filtro de la relevancia. La metacognición se viene considerando una competencia clave en la Sociedad del Conocimiento desde hace algún tiempo. Pero ahora ya es un axioma. Esto no le resta valor, todo lo contrario. Es así.

En la Sociedad del Conocimiento se impone una nueva alfabetización, es la que se ha dado en llamar Pensamiento Computacional (constructo que hemos desarrollado ampliamente en otros sitios). Y dentro de él cobran especial relevancia las estrategias de búsqueda y de análisis de la relevancia de la información, y del uso por parte del alumno de sus propios recursos para ello. Son las estrategias metacognitivas.
En general el propio concepto de estrategia implica una connotación finalista e intencional. Toda estrategia conlleva, de hecho es, un plan de acción para realizar  una tarea que requiera una actividad cognitiva en el aprendizaje. No se trata, por tanto, de la aplicación de una técnica concreta, por ejemplo de aplicar un método de lectura o un algoritmo. Se trata de un plan de actuación que implica habilidades y destrezas –que el individuo ha de poseer previamente- y de una serie de técnicas que se aplican en función de las tareas a desarrollar, sobre las que el alumno decide y sobre las que tiene una intención de utilizar consciente. Por tanto  lo más importante de esta consideración es que para que haya intencionalidad ha de existir conciencia de: 
a) la situación sobre la que se ha de operar (problema a resolver, datos a analizar, conceptos a relacionar, información a retener, etc.). Esta consciencia y esta intencionalidad presupone, como una cuestión clave desde el punto de vista del aprendizaje, la representación de la tarea que se realiza, sobre la que el aprendiz toma la decisión de qué estrategias va a aplicar; y 
b) de los propios recursos con que el aprendiz cuenta, es decir, de sus habilidades, capacidades, destrezas, recursos y de la capacidad de generar otros nuevos o mediante la asociación o reestructuración de otros preexistentes.
En todos estos puntos, decisiones y representaciones, ha de existir en definitiva la conciencia de los propios recursos cognitivos con que cuenta el aprendiz. Eso es lo que de forma más simple se ha denominado metacognición. 
Así pues no es sólo una estrategia o un conjunto de estrategias. Es la condición necesaria para que pueda darse cualquier plan estratégico. Lo contrario serían simplemente algoritmos o incluso estrategias pero donde, al no haber intencionalidad, no habría la valoración  que conlleva la adopción de un plan con previa deliberación de la situación y de los recursos.




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